A TODAS LAS RELIGIOSAS DE LA CONGREGACIÓN
Y COMPAÑEROS DE MISIÓN
Mis queridas hermanas y compañeros de misión:
Saludos desde Roma.
Permitidme comenzar con una conocida historia de Tony de Mello.
“Érase una vez un monje que en uno de sus viajes halló una piedra preciosa y se la guardó. Posteriormente se encontró con un viajero y estando con él abrió sus provisiones, el viajero vio la piedra preciosa y le pidió al monje que se la diera. El monje se la dio rápidamente. El viajero partió encantado con el regalo inesperado de la piedra preciosa que le facilitaría la riqueza y la seguridad suficiente para el resto de su vida. Sin embargo, unos días después fue en busca del monje, lo encontró, le devolvió la piedra y le suplicó: “Ahora te pido que me des algo que es mucho más precioso que esta piedra, por valiosa que sea. Dame lo que te permitió dármela”.
Esta es la indiferencia ignaciana a la que estamos llamados a aspirar: una indiferencia del alma, que es el fruto del discernimiento de espíritus y la libertad de los apegos desordenados.
Podríamos preguntarnos:
- ¿Cuál es la piedra preciosa a la que me aferro, a la que tengo miedo de renunciar?
- ¿Dónde o a qué me está llamando o invitando Dios?
- ¿Cómo puedo yo/nosotros responder a los gritos del mundo de hoy?
Que María, nuestra Madre, por intercesión de San Ignacio nos conceda el don de la indiferencia, para entregar todo lo que tenemos y poseemos, con gran libertad y alegría interior, para “salir a las periferias” e “ir más allá de nuestras propias fronteras” (Preferencias JM, 3 y 4), para sembrar las semillas de nuestro carisma y dar fruto en diversas partes del mundo.
Os deseamos una muy feliz fiesta.
Mª Carmen RJM, Alejandra RJM, Encarna RJM, Núria RJM, Shanty RJM
Monica Joseph RJM
Superiora general