Una vida breve pero densa la de Dina Bélanger. Una vida sin historia se podría decir, sí a los ojos humanos, pero fecunda si se la considera con los ojos de la fe. Bautizada el mismo día de su nacimiento, 30 de abril 1897, vive hasta sus últimas consecuencias la gracia del Sacramento de iniciación cristiana, hasta poder decir como San Pablo: «No soy yo, es Cristo quien vive en mí».Su infancia y juventud se desarrollan normalmente, en el seno de una familia cristiana, en su ciudad natal de Quebec, Canadá.
Bien dotada para la música, llega a ser una pianista notable y apreciada concertista. Pero al mismo tiempo que cultiva su inteligencia y desarrolla sus talentos, crece en su intimidad con el Señor, cuyas llamadas se van haciendo más exigentes. El 11 de agosto de 1921 ingresa en el noviciado de las Religiosas de Jesús-María en Sillery donde hace su consagración religiosa el 15 de agosto de 1923.
A través de su Autobiografía, que escribe por obediencia a sus superioras, se puede entrar en el secreto de la oración de Dina. Su alma de artista se expresa en una oración que es, al mismo tiempo, canto de amor y de alabanza y que abraza todo el universo, «todas las almas» como ella dice. Sus tres pasiones: el amor, el sufrimiento y las almas, se convierten en una ardiente súplica para dar gloria a la Trinidad, cuyo amor la invade cada vez más.
Orar con Dina es entrar en la oración de Cristo que se ofrece constantemente a su Padre por la Redención de la humanidad; es confiar en María, el camino más seguro para ir a Jesús.
Muere el 14 de septiembre de 1929 y el 20 de Marzo de 1993 el Papa Juan Pablo II la declara Beata.
Orar con Dina